No es de extrañar que, en las primeras narraciones legendarias o históricas sobre Canarias, se hiciera casi siempre mención a Tenerife, a la que se denominó también Nivaria, puesto que, en estas latitudes, la estampa de una enorme montaña nevada, visible desde muchos kilómetros a la redonda, emergente por encima de las más elevadas nubes, debía impresionar vivamente a aquellos antiguos navegantes.
LOS GUANCHES
Hasta su conquista por los europeos, que se prolongó a lo largo de casi todo el siglo XV, las Islas estaban habitadas por una población, posiblemente de origen norteafricano, sumida en el paleolítico, aunque con ciertos atisbos de una cultura ligeramente superior en lo que se refiere al aspecto religioso y artesanal.Los guanches -moradores prehispánicos de Tenerife- vestían toscamente con pieles y todo apunta a que ignoraban el arte de la navegación. Sin embargo, enterraban cuidadosamente a sus muertos, momificándolos, con técnicas muy eficaces, en algunos casos, y tenían un gusto especial por los adornos. Trabajaban el barro -aunque desconocían el torno- y sus lanzas (añepas) acababan en afiladas puntas naturales de piedra volcánica.
Muchos autores antiguos -y aún algunos modernos- opinaban que las islas Canarias serían los restos visibles y más elevados de un continente hundido: La Atlántida. Y los guanches serían los descendientes de los atlantes. Los hijos y nietos de los habitantes de las montañas de aquel lengendario mundo, quienes, de pronto, tras la hecatombe, se habrían visto transformados en isleños a su pesar. L a incapacidad marinera de estos pueblos y su falta de comunicación entre islas que, sin embargo, se divisan entre sí a simple vista, además de la enorme estatura de algunos guanches -si hemos de dar crédito a ciertos testimonios, los gigantes menudeaban en las islas-, hacían atractivas estas hipótesis escasamente científicas
011.Los Guanches
Molino Guanche
Collar de cerámica
La permanencia de este pueblo durante cerca de veinte siglos en el suelo isleño ha dejado un sinfín de huellas materiales, que conforman un valioso patrimonio arqueológico, reflejo de su manera de vivir, de sus pautas de subsistencia, de sus creencias, así como de sus formas de adaptación a un territorio mucho menos “afortunado” de lo que habitualmente se piensa.
El guanche ocupó la totalidad de la isla, aprovechando los diferentes recursos que le ofrecía el medio. Hoy existe constancia arqueológica del cultivo de trigo, habas, arvejas y vid; si bien, parecen haber sido la ganadería y, en menor medida, la pesca y recolección marina, las actividades básicas de subsistencia. En la actualidad se conservan testimonios materiales de este aprovechamiento intensivo del territorio. Es el caso de los recintos de piedra destinados a corral; de las “tagoras” o pequeñas estructuras utilizadas por los pastores durante la vigilancia del ganado; y de los concheros, acumulaciones de caparazones de moluscos marinos, que demuestran la explotación exhaustiva del litoral por el aborigen.
Los lugares de asentamiento también ofrecen una distribución amplia por el territorio insular, debiéndose distinguir entre los asentamientos de carácter permanente y los de naturaleza esporádica o estacional. Los hábitats permanentes fueron seleccionados atendiendo a aspectos esenciales para la vida cotidiana, como la disponibilidad de agua, la accesibilidad, la abundancia de tierras de cultivo, pastos y otros recursos; acusándose una ubicación preferencial en los cauces de barrancos - como el de La Arena en La Orotava -; en sectores de ladera – como la de Icod - o en el tracto superior de los acantilados costeros, como los de Acentejo o San Juan de la Rambla.
Por lo que conocemos de la cultura aborigen, fue la cueva natural el tipo de hábitat predominante. En muchos barrancos, las numerosas cuevas naturales abiertas en su cauce llegaron a conformar auténticos poblados, en los que sólo las cavidades que reunían mejores condiciones de habitabilidad eran seleccionadas para este uso. Sin que se pueda descartar la existencia de cuevas artificiales labradas en los depósitos de tobas tan frecuentes en el sur de la isla, los restantes asentamientos aborígenes corresponderían a estructuras de superficie, a modo de cabañas de forma circular u oval, construidas en piedra seca y cubierta realizada con materiales perecederos. Localizados en todos ámbitos de la isla, es en las vertientes del sur donde se documentan con mayor abundancia, mostrando un diverso grado de agrupamiento. El Malpaís de la Rasca constituye hoy el mejor ejemplo de concentración de cabañas prehispánicas de la isla.
Como manifestaciones de la vida cotidiana del guanche y testimonio de las diferentes actividades desarrolladas por éste, se ha conservado una amplia colección de artefactos y utensilios realizados sobre distintas materias primas. Los útiles líticos, en basalto y obsidiana, tendrían una funcionalidad muy diversa, empleándose como instrumentos de corte o abrasión, para el trabajo de la madera, de las pieles, del hueso, así como con fines culinarios. También en piedra se fabricaron los característicos molinos circulares empleados en la molturación de productos vegetales para su preparado como alimento.
Variados son, igualmente, los utensilios trabajados sobre hueso, destacando los punzones para las labores textiles o la decoración cerámica, así como las agujas, las espátulas o alisadores, y los anzuelos, en este caso, fabricados sobre cuerno de cabra. Mayor variedad ofrecen los objetos de madera, debiendo mencionarse el repertorio de varas o bastones, que incluyen los cayados de pastor, los banot o armas arrojadizas y las añepas, o estandartes.
Por último, debe ser citado el amplio repertorio de vasos cerámicos destinados al almacenamiento de agua y alimentos, así como a su preparación. Elaborados en rudimentarios hornos, siguiendo una técnica que ha perdurado hasta nuestros días, las vasijas muestran gran variabilidad de formas y tamaños, siendo significativa la escasa decoración que suelen presentar.
No menos singular, a la par que desconocido, es el mundo de las creencias y de lo sobrenatural. Las cuevas fueron utilizadas de forma sistemática como espacio sepulcral de carácter colectivo, documentándose numerosas oquedades con varios cuerpos y su correspondiente ajuar funerario, integrado por piezas líticas, fragmentos cerámicos, restos de fauna e instrumentos óseos. A pesar de que constituye el tipo de vestigio más sorprendente de la cultura aborigen, la práctica de la momificación no fue demasiado generalizada. Los pocos testimonios conservados acreditan un tratamiento externo de los cadáveres por medio de sustancias conservantes y un amortajamiento mediante pieles que envuelven los cuerpos.
Tradicionalmente, la investigación arqueológica ha vinculado las estaciones de grabados rupestres al mundo mágico-religioso de los guanches. Los conjuntos de cazoletas y canales, que conforman una compleja red de pequeños canales y agujeros conectados entre sí, se han interpretado como recintos de culto destinados a derramamientos rituales de algún tipo de líquido con fines propiciatorios. Algunas de estos yacimientos rupestres son realmente espectaculares, como los de Pico Yeje, en Masca; o el de Guasiegre, en Arico.
Otros lugares con grabados rupestres muestran una cierta diversidad de motivos. Ejecutados mediante incisiones en la superficie de la roca, se observa un predominio abrumador de los signos geométricos (lineales, reticulados), con menor presencia de motivos figurativos de difícil interpretación.
Este valioso patrimonio arqueológico goza de una rigurosa protección por parte de la Ley de Patrimonio Histórico de Canarias.
División de Tenerife durante la conquista
LA CONQUISTA
Cuando los conquistadores españoles llegaron a Tenerife, la isla estaba dividida en nueve pequeños reinos o menceyatos; cada uno al mando de un monarca o mencey, a quien asesoraba una asamblea de ancianos.La conquista del archipiélago se había iniciado formalmente en 1402, con las incursiones de Jean de Bethencourt y Gadifier de la Salle, en nombre de Enrique III, en las islas de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro, tierras que anexionaron con cierta facilidad a Castilla. Fernán Peraza hizo lo propio con La Gomera.
Tenerife es la última isla que se conquista, ya para los Reyes Católicos. La lucha es, aquí, sangrienta y los españoles, mandados por el adelantado Alonso Fernández de Lugo sufren alguna que otra derrota espectacular, como la de La Matanza en 1494. Un año después, Fernández de Lugo regresa con un nuevo ejército y cambia la suerte en el campo de batalla. Algunos menceyes se alían con los invasores.
Otros, prefieren el suicidio antes que la capitulación, como Bentor.
Con la victoria sobre Bencomo, mencey de Taoro -lo que hoy se llama Valle de La Orotava- en 1496, finaliza la conquista de Tenerife y de Canarias.
CANARIAS Y AMÉRICA
La forzada entrada de las islas en la Historia -cuando aún dura la lucha en Tenerife, Cristóbal Colón recala en la Gomera, procedente de Palos, antes de continuar su providencial ruta-, no implica, de momento, una pérdida del carácter fantástico y legendario de estas tierras para la perspectiva europea. Una anécdota: El primer hombre que viajó a la Luna, en la literatura moderna, lo hizo desde el Pico del Teide. Era el sevillano Domingo González, héroe del relato de Francis Goldwin A man in the moon y el novelado suceso ocurrió en 1600.A lo largo del tiempo, Canarias ha estado unida a América como paso obligado de las naves hacia el Nuevo Continente. Los canarios participaron activamente, como colonos, en el nacimiento de naciones y ciudades. Fueron familias isleñas, por ejemplo, quienes fundaron las ciudades de Montevideo, de San Antonio de Texas, y de San Bernardo (Luisiana) -en la lista de defensores de El Alamo abundan los apellidos netamente canarios-.
Nelson herido en Santa Cruz
Por idénticas razones, el Archipiélago está en constante punto de mira de piratas y potencias extranjeras. Las escaramuzas se suceden. En 1797, el almirante Nelson trata de tomar con sus naves la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Es derrotado por el general Gutiérrez y pierde un brazo en la batalla. Las cartas y los obsequios que se cruzan los mandos de las tropas combatientes, antes de que Horacio Nelson abandone las aguas tinerfeñas, son un testimonio del carácter hospitalario y cordial de los isleños, incluso en la guerra.
A través de toda su historia, las Islas Canarias han mantenido ciertas particularidades económicas y administrativas con respecto al resto del territorio nacional, debido a su situación geográfica.
En épocas recientes, estas diferencias se plasmaron en la Ley de Puertos Francos de finales de siglo pasado (1872), en la creación de los Cabildos Insulares que, como ya hemos dicho en otro epígrafe, vienen a ser una especie de gobiernos insulares (1912) y con la puesta en marcha de la ley de Régimen Económico-Fiscal especial para el Archipiélago.
En 1982, Canarias se convierte en Comunidad Autónoma y, en 1986, con el resto del Estado Español, se integra en la Comunidad Económica Europea, a través de un modelo diferenciado.
Escudo de Tenerife
El pergamino original de dicha Real Cédula se conserva en el Archivo Municipal de La Laguna; en el texto del documento donde se describe el escudo, se dice que ... "e todo ello puesto en un escudo en campo amarillo con unas letras amarillas por orla en campo colorado que dizen Michael Arcangel veni in adjutorium populo dei. Thenerife me fecit, según va pintado en esta mi carta a memoria de que la dicha isla de Thenerife se ganó día de San Miguel por el dicho Adelantado"..., haciendo referencia al conquistador de la isla Alonso Fernández de Lugo, quien ostentó el título de Adelantado.
La Bandera de Tenerife
Descripción: Bandera azul con una cruz blanca que remata sus brazos en los ángulos de la misma, en la forma llamada Aspas de San Andrés o Cruz de Borgoña. El color será azul marino y el aspa blanca ha de tener aproximadamente la quinta parte del ancho de la bandera.
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