Condado de Barcelona.
La Marca Hispánica
Mapa con todos los condados de la Marca Hispánica y Vasconia.
La Marca Hispánica era el territorio comprendido entre la frontera político-militar del Imperio carolingio con Al-Ándalus y los Pirineos, desde finales del siglo VIII hasta su independencia efectiva en diversos reinos y condados. A diferencia de otras marcas carolingias, la Marca Hispánica no tenía una estructura administrativa unificada propia.
LA INTERVENCION CAROLINGIA
La expansión iniciada en época de Carlos Martel y continuada por su hijo Pipino el Breve encuentra dificultades en el reino de Aquitania y en Provenza, que sólo fueron ocupadas en los años 759 (Provenza) y 760-768 (Aquitania). Las poblaciones de una y otra comarca no aceptaron de buen grado el dominio franco, y su proximidad a los dominios musulmanes y a las tribus independientes de los Pirineos supuso siempre un peligro que CarIomagno se apresuró a conjurar impulsando su acción más hacia el sur; las campañas del 778, terminadas con la derrota de RoncesvaIles -cantada en la Chanson de Roland-, son un claro intento de someter a los vascos de Pamplona, y serán éstos los que ataquen a la retaguardia franca y consigan alejar a los carolingios de los Pirineos orientales durante treinta años.
Unidos a los banu Qasi del Ebro, los pamploneses mantendrán su independencia frente a Córdoba y contra Aquisgrán hasta que Amrús, valí de Huesca, ponga fin a la revuelta muladí en el año 806. Pamplona, aislada, acepta la presencia franca para protegerse de los ataques cordobeses, pero sólo hasta que sus aliados naturales, los banu Qasi, logran sacudirse la tutela omeya y ayudan a los vascos a expulsar a los condes francos, en el año 824.
La desastrosa campaña del 778 tuvo una compensación en los movimientos independentistas iniciados en Gerona y Urgel-Cerdaña, cuyos habitantes buscaron la alianza con los francos contra los musulmanes y aceptaron la autoridad carolingia en el año 785. Si Abd al-Rahman I, ocupado en pacificar sus dominios, no pudo intervenir, no ocurrió lo mismo con Hisham, que recuperó las comarcas sublevadas y saqueó los territorios francos entre Narbona y Toulouse. El peligro musulmán era demasiado grave y CarIomagno presionó militarmente sobre Urgel, donde la presencia militar carolingia fue acompañada de la renovación eclesiástica tras la deposición y condena del adopcionista Félix de Urgel, en el año 798.
Simultáneamente a los avances sobre Urgel, los carolingios toman Aragón, PaIlars-Ribagorza, Vic, Cardona y Pamplona; controlada la barrera pirenaica, CarIomagno intenta ocupar las ciudades de Huesca, Lérida, Barcelona y Tortosa como único medio de mantener sus conquistas, pero fracasó en todas las expediciones, excepto en la dirigida contra Barcelona, conquistada en el 801. El gobierno de los nuevos dominios fue confiado a personajes francos o a hispanovisigodos refugiados en las tierras carolingias: el gascón Velasco en Navarra; los francos Aureolo en Aragón, y GuilIermo, en PaIlars- Ribagorza; los hispanovisigodos BorreIl, en Urgel-Cerdaña, y Bera, en Barcelona.
Estas comarcas habían aceptado a los carolingios para liberarse de los musulmanes, pero sus dirigentes aspiran a la independencia y pronto intentarán sacudirse la tutela franca; en Navarra, hacia el año 816-817, los Arista expulsan a Velasco; a la muerte de Aureolo de Aragón le sustituye un indígena, Aznar, que ocho años más tarde será depuesto, al aliarse el condado aragonés con los Aristas de Pamplona y con los banu Qasi frente a los carolingios ... En Barcelona, el conde Bera intentará seguir los pasos de navarros y aragoneses, y será destituido en el 820 por Luis el Piadoso, quien, en adelante, desconfiará de la nobleza indígena y entregará el gobierno de las comarcas fronterizas a personajes francos.
La Marca Hispánica
El uso de la expresión marca hispánica por los textos del siglo IX y la posterior unión política de los condados de la zona catalana, han hecho creer a los historiadores que las tierras limítrofes a los dominios musulmanes habían sido agrupadas en una entidad administrativa y militar con mando único; según esta teoría, del mismo modo que existía el reino de Aquitania habría existido en el Imperio carolingio una marca (frontera), dirigida por un marqués, cuya autoridad se extendería a todos los condados próximos a los dominios musulmanes.
Esta marca en sus orígenes habría incluido las regiones de Toulouse, de Septimania y los condados catalanes; se habría fragmentado en dos hacia el 817 con motivo de la división del Imperio, realizada por Luis el Piadoso; al oeste habría quedado la marca tolosana (Toulouse, Carcasona y Pallars-Ribagorza), y al este, la marca Gótico-Hispánica, que comprendería los condados de Urgel-Cerdaña, Gerona, Barcelona, Narbona, Rosellón y Ampurias; la primera tendría como capital Toulouse y la segunda Barcelona, y los condes de ambas ciudades llevarían el título de duque o marqués como símbolo de sus poderes militares. La marca Gótico-Hispánica habría sobrevivido hasta el año 865, en que los condados de Narbona y Rosellón, situados al norte de los Pirineos, formarían la marca Gótica y los demás integrarían la Marca Hispánica propiamente dicha: con ello, de alguna forma podría asegurarse que las tierras catalanas estuvieron unidas, tuvieron unidad desde el siglo IX.
Frente a las teorías de Pedro de Marca, desarrolladas precisamente durante la revuelta catalana de 1640, los estudios de don Ramón D' Abadal han probado que la denominación marca hispánica corresponde a un concepto geográfico; sirve a los cronistas para designar una parte de los dominios carolingios, pero no responde a una división administrativo-militar del Imperio, dirigida por un jefe único; la región conocida con el nombre de marca hispánica o regnum hispanicum se halla dividida en condados independientes unos de otros; cuando una misma persona está al frente de varios condados, recibe los títulos de duque o marqués para indicar su fuerza, pero estos condados pueden ser divididos por el rey, y de hecho se disgregan y reagrupan continuamente de acuerdo con la voluntad del monarca. Como norma general, cada condado tiene su conde y cada conde ejerce su autoridad sobre un solo condado, pero de esta norma se exceptúan pronto los condados sitos en zonas de peligro, donde para lograr una mayor coordinación en la defensa del territorio se acumulan en una misma persona varios condados: en el 812, Bera es conde de Barcelona, y Gerona está regido por Odilón, y tres años después, consecuencia de un ataque musulmán, Barcelona y Gerona se unen en manos de Bera ...
La sustitución, en el año 820, del hispanovisigodo Bera por el franco Rampón y el nombramiento posterior de Bernardo de Septimania (826-844) es indicio de un peligro mayor que el que pudieran representar los musulmanes; los condes francos, altos personajes de la Corte carolingia, tienen una misión política muy concreta: poner fin a los afanes independentistas del conde de Barcelona-Gerona y de sus seguidores, que llegaron a aliarse a los musulmanes contra los carolingios. Sometidos los rebeldes, Bernardo de Septimania recibió, en premio a sus servicios o para facilitar la defensa del territorio, el condado de Narbona.
Los condados catalanes dependientes
La historia política de los condados catalanes durante el siglo IX resulta ininteligible si se ignora la historia del Imperio carolingio y no se tiene en cuenta que dentro del Imperio, cada conde (tanto hispano como franco) aspira a convertir en hereditario su cargo y las posesiones recibidas con él. Teóricamente, el emperador encarna toda la autoridad y todo el poder, gobierna por medio de asambleas anuales, a través de los administradores locales -los condes- y por mediación de los missi o delegados del rey con funciones de inspección. Centro de esta organización es el conde, al que se confían la administración, la justicia, la politíca interior y, en caso necesario, la defensa militar del territorio; su autoridad, prácticamente absoluta, es delegada, depende de la voluntad del rey y, en última instancia, del poder que éste tenga.
Las guerras civiles provocadas por Luis el Piadoso, al dividir el reino entre sus hijos, obligan a los condes a tomar partido y, de acuerdo con las alternativas de la guerra, consolidan o pierden sus cargos; al mismo tiempo, cada candidato al trono se ve forzado a hacer concesiones a sus partidarios, con lo que la Monarquía, sea quien sea el triunfador, sale debilitada de la lucha y no puede evitar la formación de clanes y partidos con una fuerza tal vez superior a la de los condes oficialmente nombrados por el vencedor.
La división efectuada por Luis el Piadoso entre sus hijos Pipino, Luis el Joven y Carlos el Calvo dio lugar a una sublevación en la que Bernardo de Septimania apoyó a los rebeldes, y al ser éstos vencidos fue destituido por el emperador en el año 832; también Gaucelmo, hermano de Bernardo, perdió los condados de Rosellón y Ampurias, que, junto a los de Barcelona, Gerona y Narbona fueron entregados al fiel Berenguer, conde de Pallars-Ribagorza y Toulouse. El nuevo conde no pudo mantener tan extensos dominios: el año 834, Galindo de Urgel-Cerdaña se apoderaba de Pallars-Ribagorza, el emperador premiaba a otro de sus fieles, Suñer, con el nombramiento de conde de Rosellón y Ampurias, y Bernardo de Septimania recuperaba los condados cedidos a Berenguer y unía a ellos el de Carcasona.
Muerto Luis el Piadoso (840), Bernardo de Septimania apoyó a Luis el Joven contra sus hermanos Lotario y Carlos, y por su actitud perdía el condado al firmarse el tratado de Verdún (843); en éste, las tierras catalanas eran concedidas a Carlos el Calvo, quien confió los condados de Barcelona, Gerona y Narbona a Sunifredo, conde de Urgel-Cerdaña y hermano de Suñer de Ampurias y Rosellón; éstos no disponían de fuerza para hacer efectivos los nombramientos, y fueron derrotados por los fieles de Bernardo en el 848. Tras un período de inseguridad y anarquía, Carlos el Calvo pudo recuperar estos condados y poner al frente a personajes francos, uno de los cuales, Hunfrido, logró reunir de nuevo en sus manos Barcelona, Narbona, Rosellón, Ampurias, Pallars, Ribagorza, Toulouse y Carcasona.
Hunfrido, al igual que sus antecesores (fueran éstos francos o hispanos) intentó hacer hereditarios los condados y se enfrentó abiertamente al rey, quien lo sustituyó por Bernardo de Gotia, al que nombró conde de Barcelona, Narbona y Rosellón (865-878), pero tampoco este cambio puso fin a las tendencias secesionistas y el monarca se vio obligado a combatir a Bernardo y repartir sus dominios entre Vifredo, Mirón y Suñer II, descendientes de los condes Sunifredo y Suñer, los expulsados por el hijo de Bernardo de Septimania en el año 848. Vifredo, conde de Urgel desde el año 870, recibió Barcelona, Gerona y Besalú; su hermano Mirón fue nombrado conde de Rosellón, y el primo de ambos, Suñer II, recuperó el condado paterno, Ampurias. Con ellos se inicia la dinastía catalana que perdura hasta 1410.
Los condes independientes
La tendencia a la hereditariedad de los cargos, visible en los intentos de los hijos de Bera y de Bernardo de Septimania de recuperar las funciones paternas, se observa igualmente en la política de los monarcas carolingios, que nombran condes a los hijos de Sunifredo y Suñer, treinta años después de la muerte de éstos; la función condal lleva consigo una serie de privilegios que no se extinguen con la deposición de los titulares: éstos o sus herederos disponen de fuerzas y riquezas suficientes para inquietar al poder, y para combatir a los rebeldes el rey está forzado a basarse en las grandes familias, en las dinastías condales, con lo que, indirectamente, contribuye a acentuar el carácter hereditario del cargo condal.
La propensión a hacer hereditarios los cargos cristaliza a la muerte de. Carlos el Calvo (877); en un período de once años se suceden al frente del reino tres monarcas, ninguno de los cuales es capaz de conjurar el peligro normando ni los ataques musulmanes y, en consecuencia, dejan en gran libertad a los condes. Uno de éstos, Eudes, será elegido rey en el año 888, y la ruptura de la continuidad dinástica proporcionará a los condes catalanes el pretexto necesario para afianzar su independencia de idéntica forma que los condes de Flandes, los duques de Borgoña y Aquitania, los marqueses de Toulouse ... ; el Imperio carolingio ha desaparecido, es sólo un recuerdo al que se refieren los antiguos súbditos fechando los documentos por los años de reinado de sus monarcas, a los que, por lo demás, ignoran.
La independencia se manifiesta en el reparto y distribución de los condados entre los hijos del conde; los condados no son ya bienes públicos, sino propiedades del conde, que, del mismo modo que distribuye sus tierras propias, reparte los condados entre sus hijos, llegando, si es preciso, a crear nuevos condados y dividir los existentes. Vifredo, muerto en el 897, dejará a su hijo Sunifredo el condado de Urgel; a Mirón II, los de Cerdaña y Besalú; a Vifredo, Borell y Suñer (conjuntamente) los de Barcelona, Gerona y Vic. Los tres últimos se mantendrían unidos y serían el núcleo de la futura Cataluña.
La independencia política resulta insuficiente si no va acompañada del control de los eclesiásticos, y los reyes carolingios dieron el ejemplo al sustituir el clero adopcionista por el franco y al imponer en los monasterios de obediencia visigo da la regla benedictina; dentro del sistema carolingio, los eclesiásticos y su organización desempeñan un papel fundamental; la sociedad se organiza alrededor de parroquias y castilIos, y cada condado tiene su propio obispo, que contrarresta o complementa la acción del conde; por este motivo, los condes catalanes intentarán controlar a los eclesiásticos de su territorio sustrayéndolos a la autoridad eclesiástica franca y procurando evitar que obispos radicados en otros condados o dependientes de otro conde tengan autoridad en sus dominios. El primer intento de lograr la independencia eclesiástica se produce en el año 888, con la creación de un arzobispado en Urgel, del que dependerían las diócesis de Barcelona, Gerona, Vic y Pallars, donde surge un nuevo obispado a petición del conde Ramón I, que no se resigna a depender eclesiásticamente ni de los carolingios ni de los restantes condes catalanes.
Esta primera tentativa fracasó a causa de la rivalidad existente entre los condes; aunque situada en los dominios de Vifredo, la nueva sede metropolitana benefició fundamentalmente a Ramón de Pallars y a Suñer de Ampurias; el primero obtuvo la creación de un obispado propio y el segundo logró del nuevo arzobispo la deposición del obispo de Gerona -del que dependía eclesiásticamente Ampurias- y el nombramiento para el cargo de uno de sus fieles. La negativa de Vifredo a aceptar esta sustitución llevó al arzobispo y a los obispos nombrados por él a reconocer como rey a Eudes; inseguro en sus dominios y ante el temor a un ataque franco, Vifredo reconoció a su vez al monarca, y con la ayuda del arzobispo de Narbona -de él dependían las sedes emancipadas- consiguió la supresión del arzobispado urgelitano y la deposición del obispo gerundense, mas no que desapareciera el obispado de Pallars.
Las continuas divisiones y reagrupamientos de los condados hicieron imposible que en cada uno existiera una sede episcopal, y en algunos casos el territorio de un condado perteneció eclesiásticamente a dos diócesis situadas fuera de los dominios del conde; para evitar la posible injerencia de extraños, sólo quedaba un recurso: favorecer a los monasterios de la zona y lograr para ellos la exención, es decir, fa independencia respecto al obispado correspondiente. A estas circunstancias debió parte de su grandeza el monasterio de Eixalada-Cuixá, fundado hacia el 840 por particulares y engrandecido por Mirón el Viejo, conde de Rosellón, que se hizo nombrar patrono del monasterio por Carlos el Calvo y logró importantes privilegios, entre ellos una relativa independencia del obispado de Elna.
La dependencia de los condados catalanes del mundo carolingio ha hecho que se preste especial atención a la crisis del imperio para explicar la progresiva desvinculación de los condes, pero ésta sería inexplicable sin la existencia del mundo islámico; por un lado, la presencia de los musulmanes incita a la población a apoyar a los condes porque ve en ellos -únicos que de hecho defienden el territorio- a sus jefes naturales por encima del rey, cuya lejanía e impotencia le resta importancia ante los súbditos; por otra parte, es indudable que la separación de los condados se vio facilitada por las disensiones internas de los musulmanes; la existencia de un poder fuerte al sur de los Pirineos habría obligado a los condes a mantener lazos más estrechos con el mundo carolingio para evitar ser absorbidos por los omeyas. Ni cordobeses ni carolingios se hallaban en condiciones de imponerse a los catalanes.
Gracias a las disensiones musulmanas, pudo Vifredo ocupar sin grandes dificultades la comarca de Vie, la extensa tierra de nadie entre carolingios y musulmanes, y crear en ella el condado de Ausona, el obispado de Vic y los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas; la fundación de estos monasterios obedece al deseo de repoblar las tierras conquistadas y de situar en ellas a los hijos de Vifredo: en el primero ingresa como monje Adulfo, que aporta a Ripoll la parte que le correspondía en la herencia paterna, y la primera abadesa del segundo sería Emma, hija del conde.
A la muerte de Vifredo (897) y tras ser restaurada la dinastía carolingia en la persona de Carlos el Simple, los condes catalanes reconocieron de nuevo la autoridad monárquica, pero ésta ya no fue efectiva. Vifredo Borrell fue el último conde de Barcelona que prestó homenaje de fidelidad a los reyes francos, para conseguir el reconocimiento oficial de los derechos heredados y, posiblemente, para buscar ayuda frente a los musulmanes de Lérida que habían dado muerte a Vifredo I y obligado a evacuar Barcelona.
Año 801: se crea el condado de Barcelona como parte de la Marca Hispánica.
originalmente "comes Barchilonensis" en latín y posteriormente "comes Barchinone" en catalán "comte de Barcelona" desde al menos 1194 y Conde de Barcelona en español desde 1458)
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La península ibérica entre el 1076 y el 1080. En otros momentos de este siglo también existieron las taifas de Tortosa y Lérida. El resto del campo de Tarragona y su ciudad fue conquistado por el conde de Barcelona en el 950, aunque se mantuvo despoblado. A partir de ese momento la frontera se fue acercando y retrocediendo hacia Lérida y Tortosa.
Año 801: se crea el condado de Barcelona como parte de la Marca Hispánica.
originalmente "comes Barchilonensis" en latín y posteriormente "comes Barchinone" en catalán "comte de Barcelona" desde al menos 1194 y Conde de Barcelona en español desde 1458)
La península ibérica entre el 1076 y el 1080. En otros momentos de este siglo también existieron las taifas de Tortosa y Lérida. El resto del campo de Tarragona y su ciudad fue conquistado por el conde de Barcelona en el 950, aunque se mantuvo despoblado. A partir de ese momento la frontera se fue acercando y retrocediendo hacia Lérida y Tortosa.
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